Laso abraza la justicia poética

Era 12 de mayo de 2013 y el O2 Arena de Londres acababa de ser conquistado por Olympiacos. Spanoulis había levantado la Copa de Europa hacía casi media hora, pero la final todavía no había concluido. Pablo Laso tenía un mensaje que enviar al mundo. “Creo a muerte en el baloncesto que hacemos.

Vamos a seguir nuestro camino para ganarnos más oportunidades como esta que acabamos de perder”, proclamó el técnico con el ruido de fondo de las hordas griegas que celebraban el título. Anticipándose a derrotistas, agoreros y resultadistas, el entrenador más laureado del Madrid en los últimos 25 años, realizaba una emocionada defensa del estilo de su equipo tras la derrota en su primer asalto a la Euroliga.

La firme convicción en esa filosofía, el elogio inmutable de la normalidad y la vibrante constancia competitiva de su talentoso grupo de jugadores, le devolvieron a la cita con la gloria dos veces más. En Milán, tras una temporada memorable, sufrieron otro desengaño romántico, esta vez frente al Maccabi de Rice y en la prórroga.

Pero, a la tercera y al amparo de la afición del Palacio, la justicia poética desembocó en la novena corona continental del club. Laso acabó con la obsesión y desmontó las dudas.

Con un porcentaje de victorias del 80,4% (232 en 288 partidos), Laso es el entrenador con el tercer mejor balance en el banquillo madridista. Solo le superan dos leyendas, Pedro Ferrándiz con el 85,7% (409 victorias en 477 partidos) y Lolo Sáinz con el 81,1% (561 en 692). “Han sido los dos entrenadores más grandes en la historia del club y siento es respeto y admiración por ambos.

No me puedo comparar con ellos”, cuenta con modestia otro hombre de la casa, como le presentaron a su llegada, que ha retroalimentado las vitrinas del Madrid, un club que ha conseguido 28 de sus 31 Ligas y 7 de sus 9 Copas de Europa con librillos de técnicos nacionales forjados en el equipo.

“No es fácil de explicar lo que es entender el Madrid. Mi ventaja es que he defendido esta camiseta como jugador, soy madridista, sé lo que significa eso, sé lo que defiendes, sé la presión que conlleva y, desde el primer día, lo que he intentado es transmitirles a mis jugadores todos esos pequeños y grandes valores para que sean conscientes de cómo tienen que defender esta camiseta. Es un club muy grande que solo se entiende cuando lo vives”.

Un club que le eligió tras descartar una lista de candidatos al banquillo en la que aparecían Pesic, Pianigiani y Repesa y que el pasado verano le desmontó su cuerpo técnico de confianza en una decisión paradójica que reforzaba el organigrama técnico al tiempo que debilitaba a su cabeza visible.

Pero él se negó a considerarse segundo plato. «Tengo las ideas claras y vengo a aportar normalidad. Ningún entrenador mete canastas», proclamó nada más aterrizar. «Nunca he necesitado más respaldo del que he tenido. Mi problema hubiera sido dudar, pero nunca he dudado de mi», cuenta cuatro años después.

 




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