Una victoria cómoda del Atlético ante el Valencia

El fútbol tiene poética. Esta vez afloró acompasada con la angustia, la conmoción y la emoción que generó el episodio de Fernando Torres en Riazor. Los astros, los hados o lo que la libertad de creencia le inspire a cada uno, se confabularon para que el Atlético empezara a licenciar el partido en el minuto nueve, en el de Torres.

Griezmann depositó en el rincón con suavidad un contragolpe pilotado por Koke. Hasta en el trazo del gol brotó esa poética futbolera. Una contra, la seña de identidad histórica del club, rematada con una carrera al espacio de Griezmann.

La secuencia la podía haber firmado Torres una de esas tardes cualquiera en las que conjuga la zancada pletórica con el pie afilado. Tres veces fue vitoreado El Niño, que ya en su entrada al parking del estadio comprobó el respeto y el cariño de la hinchada.




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