Huí a Brasil por miedo a ser el siguiente”

Patrick Nogueira, que el mes que viene cumplirá 20 años, en una playa brasileña junto a un amigo (.)

El mes que viene Patrick Nogueira Gouveia cumplirá 20 años. Para entonces, la Guardia Civil espera que el único sospechoso del asesinato en agosto de los cuatro miembros de una familia brasileña en Guadalajara, sople las velas en una celda de un penal del estado de Paraíba. Pese a las dos órdenes internacionales de búsqueda y captura y la gestión diplomática del ministerio de Asuntos Exteriores con sus colegas brasileños, el joven que soñaba con ser futbolista en el Real Madrid sigue sin querer salir de su cuarto, en la ciudad de João Pessoa, la verde urbe de 800.000 habitantes ubicada en el punto más oriental del continente americano.

Protegido por su padre, un prestigioso radiólogo, su madre y dos hermanas, Patrick aceptó la propuesta de su abogado Eduardo de Araujo Cavalcanti de acudir el 30 de septiembre a la Policía Federal para negar cualquier relación con los crímenes de sus tíos y primos. La orden internacional de detención llegaría dos días después, pero para entonces la familia de la mujer asesinada ya había desvelado a la prensa local que sospechaban del sobrino que durante cuatro meses compartió casa en Torrejón de Ardoz con los asesinados. ¿Por qué cambió su billete de vuelta a Brasil al día siguiente de conocerse la muerte de su familia?, le preguntó un policía. “Huí a Brasil por miedo a ser el siguiente”, les dijo. Y debieron creerle. Porque le dejaron marchar.

La Guardia Civil no alberga duda alguna de que Patrick fue la persona que el pasado 17 de agosto por la tarde acudió al chalet en las afueras del pequeño pueblo de Pioz en el que sus tíos se habían mudado hacía poco más de un mes. Conocía bien el lugar porque él mismo se encargó de encontrarles la casa. La convivencia de los cinco en el anterior piso de Torrejón no había sido buena. Patrick pasaba demasiado tiempo a solas con su tía Janaina y los niños, de cuatro y un año. Con la excusa de que necesitaban una casa más grande para acoger esta Navidad a la madre y a una tía de la mujer, los cuatro se mudaron al chalet, con piscina y jardín. Aquella terrible tarde de agosto, mientras Marcos trabajaba en un restaurante del pueblo, ella le abrió la puerta a su sobrino. ¿Qué podía temer?




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