La pequeña que vivió esclavizada por un vecino en Bolivia sigue bajo la tutela de la Generalitat

La semana que viene Nada celebrará su fiesta de 12 años. Nada que ver con el día que cumplió los 10. Excelente estudiante, siempre ha tenido una buena memoria y en su momento explicó con tristeza al teniente de la Guardia Civil José María Hidalgo que aquel día de cumpleaños fue igual que el resto de los días de los siete meses que estuvo secuestrada en medio de la selva boliviana.

Nada es la niña marroquí de l’Hospitalet que en el 2013 sufrió un calvario cuando sus padres la cedieron a un vecino que se la llevó a Bolivia, ocultando que no pensaba regresar.

La de Nada es una historia con final feliz por la implicación, casi obsesión, con la que actuaron los Mossos d’Esquadra de secuestros, la fiscal Laia Ladrón, el juez Marcos Melendi y los guardias civiles que llegaron hasta la otra punta del mundo para rescatarla.

El lunes esos padres que no supieron cuidarla fueron condenados a dos años de cárcel, tras llegar a un acuerdo con la Fiscalía y la Generalitat, a cambio de reconocer los hechos y evitar su entrada en prisión.

Es posible que nunca sepamos a qué pacto llegaron los padres de Nada, Abdelaziz y Fátima, con aquel extraño vecino de rellano, bajito, con cojera y coleta, que se cameló a la familia en cuanto llegó al bloque.

El hombre, que había llegado a Barcelona gracias a la documentación falsa que le compró su madre tras cumplir seis meses de prisión por violar a sus dos hermanas, no tardó en fijarse en Nada y tampoco le pasó desapercibida la precariedad económica de aquella familia, en situación irregular.

Se los cameló y seguramente los engañó. Grover Morales, el verdadero nombre del desalmado, les dijo que viajaría con la niña a Bolivia, y que traerían oro comprado a buen precio, que pasaría desapercibido en el cuerpo de la pequeña, y con el que ganarían un dinero en España.

Pero los planes del hombre eran otros. Quería convertir a la niña en su esclava y vivir con ella en la selva, donde la sometió a jornadas de trabajo durísimas de sol a sol.




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