El candidato que no puede pactar con el diablo

«¿Va a hablar usted, señor alcalde? Entonces yo me voy, que tengo que abrir mi comercio». En octubre de 2014, Gonzalo Pérez Jácome, un pequeño empresario local, líder y portavoz municipal de un minoritario grupo independiente del Ayuntamiento de Ourense, Democracia Ourensana (DO), exhibía en los plenos el jaque mate con dos piezas al que tenía sometido al Gobierno socialista.

El PSOE presidía la Corporación arrinconado en un extremo del tablero, repudiado por su propia ejecutiva provincial, abandonado a su suerte por su exsocio del BNG y acribillado por un sinfín de imputaciones judiciales, media docena de ellas derivadas de denuncias presentadas por DO desde sus dos escaños. El pasado 24 de mayo, Jácome rentabilizó su singular labor de oposición con un éxito en las urnas tan rotundo como aparentemente estéril: consiguió ocho ediles (frente a 10 del PP, seis del PSOE y tres de la marea ciudadana de izquierda, Ourense en Común) y se fraguó el desgobierno: nadie quiere pactar con él. El líder de DO no se da sin embargo por enterado y se muestra dispuesto a firmar un acuerdo «hasta con el diablo» con tal de ser alcalde y «cambiar la ciudad».

Después de que el PP -la lista más votada- hubiese rechazado el pacto salomónico que le propuso para formar gobierno (él, de alcalde los dos primeros años y los populares los dos últimos), Jácome se ha empeñado en el acuerdo con el malogrado PSOE local al que con su implacable oposición ha contribuido a dinamitar. Los socialistas -hundidos en su mínimo histórico de respaldo ciudadano del que responsabilizan en buena parte al independiente a quien el regidor llegó a expulsar de algún pleno recurriendo a la Policía Local- ni se sentaron a hablar con Jácome. Pero él no se ha dado por vencido: les ha enviado un burofax conminando a sus otrora enemigos a negociar un acuerdo de gobierno de «regeneración, normalidad y avance» con él de alcalde. Jácome apela al supuesto deseo de los votantes del PSOE que, en su opinión, no entenderían que sus dirigentes propiciasen, al no pactar con él, un gobierno del PP.

Tampoco en esta ocasión ha recibido respuesta. El candidato socialista, José Ángel Vázquez Barquero, ya había sentenciado la noche electoral que no pactaría «ni un gobierno de coalición con fuerzas conservadoras ni con fuerzas que no se sabe lo que son». Y no se ha movido de ahí. Salvo que se consume el transfuguismo, todo indica que la capital ourensana será ingobernable, con un PP encaramado a un poder que en realidad ostentará la suma de la dispar oposición. Eso, hasta que Jácome promueva una moción de censura. Porque el líder del partido emergente en Ourense no descarta nada en su intento por «regenerar» su ciudad desde la alcaldía. Ya ha anunciado, crípticamente, que «hay un 99,9% de posibilidades» de que el candidato del PP, la lista más votada,»no sea el alcalde».

Gonzalo Pérez Jácome no es un político al uso. En realidad, ni siquiera es un político (según reivindicación propia). Dueño de una tienda de instrumentos musicales y de una cadena de televisión local en la que emite en bucle los plenos municipales en los que él se convierte en inevitable protagonista, y sus análisis arremetiendo contra «los políticos» de cualquier signo y contra la corrupción, Jácome, se autodefine como gestor. El líder independiente, que apela constantemente a la gestión, dirige DO como una empresa: sin militantes, sin cuotas, experimentando sus propias decisiones (consensuadas o no con su núcleo de allegados) y con una eficacia fuera de serie en términos de rentabilidad electoral emanada de una peculiar personalidad difundida a raudales por su canal de televisión. Demasiada (rentabilidad y personalidad) para conseguir, al menos hasta el momento, su propósito de acceder a la alcaldía.

El independiente tenía asumido desde hace tiempo que gobernaría la ciudad. Meses antes de las municipales, se presentó ante los ciudadanos como «alcalde in péctore» para autoproclamarse «alcalde inminente» durante la campaña, augurando que obtendría los ocho concejales que finalmente consiguió pulverizando a las encuestas. Apenas conocidos los resultados, anunció que se planteaba las negociaciones con PSOE, PP y Ourense en Común para formar gobierno, con él de regidor, como «una partida de póker». Así que cuando, tras el rechazo inicial de populares, socialistas y de la izquierda ciudadana a su oferta, proclamó que aún tenía «tres ases en la manga», todos dieron por hecho que iba de farol y ni se inmutaron. Pero él perseveró.




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