Los vecinos evacuados de Génova: “Se sabía que tarde o temprano terminaría así”

Las autoridades han desalojado a 300 familias que residían cerca del puente derrumbado en Italia

El derrumbe del viaducto Morandi, una arteria vital para la ciudad de Génova, que el martes provocó al menos 38 muertos y 16 heridos, ha dejado muchos interrogantes en el aire. El futuro de los edificios de viviendas aledañas al puente es uno de ellos. Por el momento, más de 300 familias, en total 632 personas, han sido evacuadas por seguridad ante el temor de nuevos desprendimientos, ya que uno de los pilares del puente que siguen en pie corre el riesgo de desplomarse y según los técnicos se ha hundido al menos 10 centímetros.

“Por lo que parece el puente se está moviendo”, explicaba Caterina Patrocinio, arquitecta y asesora del Ayuntamiento, mientras coordinaba el operativo para que las personas que han pasado estas dos noches en casas de familiares y albergues improvisados puedan entrar en sus casas a recoger pertenencias.

El alcalde de Génova, Marco Bucci, alertó el día después de la catástrofe: “Las casas no se pueden salvar porque están debajo de un puente que tiene muchas posibilidades de ser derribado. La prioridad número uno es ocuparse de los evacuados”. La primera noche se desalojó a 400 personas; la segunda a 200 más. Cada día, el cordón de seguridad, la llamada zona roja, se amplía. El vicepresidente y ministro del Interior, Matteo Salvini, que viajó al lugar a última hora del miércoles, corroboró esta línea. “Las casas serán demolidas y el compromiso es reubicar a todos los afectados antes de final de año”, dijo a los periodistas. Por el momento no se sabe qué edificios podrán salvarse y cuáles no. El destino de los inmuebles es incierto y los técnicos trabajan en la evaluación.

Los evacuados pudieron entrar este jueves por la mañana en sus casas por primera vez para recoger algunas pertenencias. Un equipo de bomberos organizaba las entradas y las salidas mientras un helicóptero de protección civil sobrevolaba constantemente la zona. La fila de afectados que esperaba para acceder a las viviendas era interminable. El martes, la mayoría salió de casa a toda prisa tras el aviso de la policía, solo con lo puesto. Muchos tuvieron que dejar incluso a sus mascotas dentro; no las habían visto en dos días y estaban preocupados. Las instrucciones para el acceso eran precisas: tenían que entrar acompañados de dos bomberos, con casco, y solo podían permanecer dentro un máximo de 15 minutos, menos aún si las casas colindan con alguna parte del puente. En este último caso, solo se les permitió entrar el tiempo imprescindible para recoger medicinas o documentos.

Ayuda de los bomberos

Algunos llegaban con maletas prestadas y otros con lo puesto. Cinzia Barabino, una mujer mayor con problemas de oído, lo hizo acompañada de su hijo. El miércoles la policía no les dejó entrar por seguridad. Ayer volvieron con dos bolsos de viaje vacíos y salieron con ellos llenos. Llevaban cosas también en dos macutos improvisados con bolsas de basura. “Hemos cogido lo que hemos podido, es un drama”, decía. Todos los vecinos salían corriendo, como si tuvieran miedo o quisieran pasar rápido el trago de meter su vida en dos maletas en apenas 15 minutos. La mayoría temía no poder volver a entrar. Los bomberos les ayudaban con los bultos unas veces y ofreciéndoles consuelo otras. Técnicos de Autostrade per l’Italia, la empresa que gestiona el viaducto, acudieron para informarles de la condición de los pilares.

“No sabemos si podremos volver a entrar ni cuando”, se lamentaba otra mujer. La espera va a ser larga. Muchos se quejan del calor y de la desinformación. Protección Civil ha instalado unos baños portátiles y repartía agua y comida entre los desalojados. Elbo Tonoforte, vive en la Vía Porro, una calle pequeña exactamente debajo del puente, en el centro de la zona roja. Ha pasado estas noches en casa de unos familiares. “Se sabía que tarde o temprano terminaría así. No han intervenido por cuestiones económicas, desafortunadamente es siempre así”, decía resignado.




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