El Real Madrid resistió en la trinchera de la Champions, magullado y tembloroso él, su rey, el de las 11 y el de la última, pequeñito en el descorche de Múnich y con porte de grandeza en la segunda parte, cuando logró cambiar el aire a la cita para vencer el primer asalto de un duelo que sigue vivo aún para fortuna del Bayern. El 1-2 es un resultado de dulce para el visitante en cualquier ida, pero sin duda corto para la distancia que los blancos sacaron a su rival en la segunda parte, grogui el gigante alemán tras los goles de Cristiano y la expulsión de Javi Martínez. El tercer tanto (anulado a Ramos al final por fuera de juego) sí hubiera fulminado la eliminatoria del todo. Sin él, hay chicha aún para el Bernabéu. [Narración y estadísticas (1-2)]
Capacidad de resurrección, siete vidas o como lo quieran llamar, pero a este Madrid de Zidane o se le dispara con balas de plata o siempre vuelve. Son muchas veces ya las que se ha puesto de pie y ha tumbado a su oponente tras rozar el abismo. Lo hizo en Nápoles, en los octavos, y repitió reacción ayer, con mucho más mérito por el escenario y el enemigo, terrible en otras épocas de batacazos enlazados en la guarida del Bayern. Hoy luce dos triunfos seguidos en Múnich tras pasar décadas encajando golpes aquí.
Van a salir a sentenciar». El chivatazo llegó el martes por la mañana a la concentración del Real Madrid, desde territorios del Bayern. Carlo Ancelotti dijo a sus chicos que ni por asomo quería dar oportunidad a su ex equipo de invocar a las hadas del Bernabéu, noches mágicas, remontadas y toda la parafernalia que bien conoce… Su orden de ataque la llevaban escrita sus jugadores en la primera parte, más firmes, más fieros y más ambiciosos que un Madrid de nata y miel que se salvó de milagro de una cogida mortal. El 1-0 al descanso era un suspiro de alivio, sobre todo por ese penalti que Arturo Vidal tiró a la Marienplatz. Se llenó de pelota el chileno, crecido por el cabezazo que minutos antes había puesto en ventaja a su equipo.
