Se complica la búsqueda de víctimas en Nepal debido al caos

Cinco horas esperó un equipo de 16 efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) en un hangar de la base militar de Katmandú un helicóptero que jamás llegó a despegar para llevarlos al valle de Langtang, una de las áreas más afectadas por el terremoto del 25 de abril en Nepal, en busca de desaparecidos por el seísmo. “Hacemos todo lo que podemos con los medios de que disponemos”, afirmó este martes en el aeropuerto de Katmandú el primer ministro nepalí, Sushil Koirala. Su Gobierno ha recibido numerosas críticas sobre la gestión del desastre y de las operaciones de ayuda humanitaria. Durante días, numeroso material de primeros auxilios se ha acumulado en el pequeño aeropuerto de Katmandú, el único en Nepal acondicionado para recibir vuelos internacionales y la única vía para recibir ayuda rápida en este país encerrado entre montañas.

Problemas logísticos y burocráticos han retrasado la entrada de esos envíos y su reparto a los damnificados, que han tardado días en recibir asistencia en las zonas más aisladas del país. El fin de semana la ONU se declaró “extremadamente preocupada” por los retrasos en aduanas para autorizar la entrada de los envíos y lanzó un llamamiento a Koirala para que redujera los requisitos burocráticos.

La desorganización se extiende también al ámbito militar. La Fuerza Aérea india ha aportado helicópteros para la operación de asistencia, pero el mando corresponde al Ejército nepalí. Muchas autoridades, muchas misiones de asistencia y pocas aeronaves.

Desde media mañana los militares españoles se encontraban preparados para subir a lo que ya son los restos de Langtang, la capital del valle, que ha quedado completamente destruida por una monstruosa avalancha causada por el terremoto. Una primera avanzadilla con perros había partido a primera hora. Pero bajo un sol de fuego el helicóptero que les habían prometido no se materializaba, y los planes de vuelo que les comunicaban los militares nepalíes cambiaban una y otra vez. Se les comunicó que volarían directamente a Langtang. Después que no, irían primero a Duche, al pie del valle y desde allí a Langtang. Más tarde el plan volvía a ser ir directamente a Langtang. Repartidos en dos vuelos, posiblemente tres. No, definitivamente en dos vuelos. Saldrían a las once y media. A la una y media…

Al fin, los seis primeros miembros del equipo embarcaron en el helicóptero, junto con 450 kilos de material, a las tres de la tarde. Solo faltaba el piloto. Estaba comiendo. Una hora más tarde, los militares encabezados por el capitán Jaime Graus recibían orden de descender del aparato y regresar. La misión se había abortado. Se había hecho tarde para volar.

En el valle de Lantang, el resto del operativo español de rescate, (una decena de guardias civiles, tres militares y perros) se preparaba para regresar a Katmandú. Cinco de ellos habían identificado el cadáver de la catalana Roser Palau, de 37 años, desaparecida desde el seísmo y que había sido vista por última vez en el valle ahora completamente arrasado.




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