El asesino y una de las víctimas de Sarrià eran grandes amigos

Vestidos de blanco, un grupo de mujeres y adolescentes lloraba sin consuelo ayer a las puertas de la comisaría de los Mossos d’Esquadra de la Travessera de les Corts, en Barcelona.

En esas dependencias trabaja el grupo de homicidios que deberá aclarar por qué el martes pasado Edy, un ciudadano filipino de 48 años y cerca de tres décadas residiendo y trabando con la misma familia en Sant Gervasi, primero asesinó a su buen amigo Tino, también filipino, para acabar dos horas después con la vida de la subdirectora de una sucursal bancaria del barrio.

Ayer hubo ronda de declaraciones en las dependencias policiales. Y tanto la viuda como los dos hijos de Tino, la primera de las víctimas, de 49 años, aseguraron desconocer si aquel hombre tenía algún conflicto con su asesino. “Se conocían desde hacía más de 15 años. Los dos trabajaban en el servicio doméstico en casas del mismo barrio y eran muy buenos amigos. No entendemos qué ha podido pasar. Ahora sólo quiero verle”, relató la mujer.

Tanto ella como sus hijos pidieron a esta redactora que no se desvelara la identidad completa de la víctima. La madre del hombre asesinado hace una semana que está hospitalizada en el Clínic y temen que la noticia de la muerte violenta de su hijo agrave su dolencia. “No tardará en preguntar por él”.

Varias personas acompañaban a los familiares de la víctima a las puertas de la comisaría. Les ayudaban con las gestiones telefónicas con el Instituto Anatómico Forense y con Pompas Fúnebres para organizar el velatorio. Eran miembros de las distintas familias de Sarrià en las que trabajan o trabajaban las víctimas y sus familiares.

Tino llevaba tres años al frente de las tareas domésticas de un joven matrimonio de Sant Gervasi. “Tenía muy buenas referencias de él de otras familias del barrio y, cuando me casé, independicé y fuimos padres, le contraté. Estábamos encantados con él. Un hombre serio y muy trabajador”, cuenta el joven, que pide la reserva de su identidad.

El asesino, Edy, llevaba más de 30 años en casa de sus padres. “Me crió de bebé. Era un segundo padre. Un hombre honrado, cabeza de familia excepcional y trabajador. No entendemos qué le pasó, pero es evidente, por el perfil de la otra víctima, subdirectora del banco del barrio, que hay un trasfondo económico”, añadió el joven tras declarar en el grupo de homicidios de los Mossos.

Fue la madre de este joven quien el martes, al regresar a su casa al mediodía para dar de comer a su nieto, se encontró un cadáver en la habitación de servicio. “Estaba cubierto con una sábana. Ni le tocó. Pensó que era Edy, que habrían entrado a robar”, añade. Pero fue después, cuando la policía científica quiso cotejar su identidad, cuando se comprobó que la víctima no era el mayordomo de la casa, sino el empleado de la vivienda del hijo, Tino. Que la víctima visitara esa casa no era infrecuente. Las dos viviendas son cercanas y por los lazos familiares de sus residentes la relación era muy fluida. Además eran “los mejores amigos del mundo”, añadió una de las sobrinas.

Edy asesinó a Tino con un cuchillo, cubrió su cadáver con una sábana y se dirigió al banco del que era cliente. Entró, preguntó por la directora, y al no encontrase en la sucursal, esperó que la subdirectora terminara con un cliente. Se dirigió a ella y sin mediar palabra le atestó varias puñaladas con el mismo cuchillo que dos horas antes había matado a su amigo. Después huyó en una motocicleta hasta el primer túnel de la Vía Augusta, se precipitó al vació y, tras caer, fue atropellado.

“Cualquiera de los dos tenía la suficiente confianza en nuestras casas como para habernos contado que tenían un problema económico”, se lamentó el joven. Sin consuelo la viuda de Tino repetía con entereza: “Por favor, solo pido que me dejen verlo”.




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