Mariela Castro, hija de Raúl, el «hada madrina» de los gays cubanos

Se suele decir que, de tal palo, tal astilla. Sólo que a veces no sucede así. Buen ejemplo de ello es Mariela Castro (53), hija de Raúl Castro (84). Si bien, como su padre, también tiene madera de líder, el tema con el que ha hecho bandera dista mucho de la defensa enconada del socialismo. Porque Mariela lidera desde hace tiempo el movimiento en pro de los derechos de la comunidad LGTB+ cubana.

Se la podía ver este fin de semana en La Habana encabezando la marcha por el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia. Destacaba entre las varias personalidades prominentes que habían decidido participar en el evento, el mayor realizado en la isla en relación al colectivo. «Los cubanos están preparados para avanzar», dijo a los periodistas allí reunidos.

No es la primera vez que toma un papel tan preponderante en defensa de la comunidad LGTB+. El año pasado, justo a raíz del mismo evento, levantaba ampollas en el sector más reaccionario del Gobierno al impulsar una manifestación durante la que se celebraron 20 «celebraciones de amor», en las que los cónyuges se intercambiaron simbólicamente los votos matrimoniales.

En el acontecimiento habló sin tapujos sobre cómo el país tendría que seguir el ejemplo de Argentina y Uruguay, que ya habían legislado por aquel entonces a favor de las uniones entre dos personas del mismo sexo: «No estamos interesados en ser los primeros. Lo que nos interesa es lograr que se legisle a favor de ello, principalmente»

Sensibilizada desde pequeña

Pero, ¿a qué se debe esta defensa enconada del colectivo gay? Probablemente a que su infancia y adolescencia (los años sesenta y setenta) coincidió con los peores en la persecución del colectivo por parte del Gobierno cubano: cuando los homosexuales no eran sólo marginados por su entorno social y laboral, sino que, además, eran acosados de una manera habitual e incluso llegaban a ser internados en campos de trabajo.

Criada en un ambiente afectuoso (se deshace en alabanzas hacia su padre, al que ha definido como respetuoso y afectuoso y del que ha confirmado sentirse extremadamente orgullosa), la vocación por el activismo la trajo aprendida de casa.

Su madre, Vilma Espín, luchó contra el hecho de que se considerase a la homosexualidad como una enfermedad: «Desde su sentido común de justicia [mi madre] estaba en contra del tratamiento psiquiátrico a los homosexuales», ha llegado a decir la propia Mariela «Eso me llamaba la atención y empecé a buscar respuestas, y sigo haciéndolo».




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