Los 60 muertos de Monfragüe que Franco ocultó

Hacia las nueve de la mañana del 22 de octubre de 1965, los niños del poblado obrero de los Saltos de Torrejón El Rubio, en pleno corazón de Monfragüe, apuraban el desayuno antes de ir a la escuela.

El pueblo había sido levantado por Hidroeléctrica Española (hoy, Iberdrola) para albergar a familias de trabajadores que durante siete años participaron en la construcción de dos presas contiguas: una sobre el río Tajo y otra sobre su afluente el Tiétar, en un paraje del hoy Parque Nacional donde ambos ríos casi se tocan.

La colosal infraestructura, en el que llegaron a trabajar hasta 4.000 personas, en su mayoría de otros pueblos de la provincia de Cáceres, tenía una particularidad: el enorme túnel o canal que se construyó para comunicar los dos embalses y bombear agua.

El poblado, ubicado en la orilla izquierda del Tajo, a unos 500 metros de la presa, lo formaban pequeñas viviendas y chozos construidos por los propios obreros, muchos de ellos campesinos para los que el nuevo pantano era una oportunidad contra la emigración.

Algunos de los servicios se encontraban en el poblado de la margen derecha, «el de arriba», donde vivían los ingenieros y mandos encargados de la obra. Pero todos los niños compartían la misma escuela y a ella se disponían a ir aquella aciaga mañana de octubre cuando un ruido ensordecedor de sirenas y griterío los empujó, a ellos y a sus madres, monte arriba angustiados por la suerte de los padres, maridos e hijos que se encontraban en pleno cambio de turno.

Evacuados por la guardia civil, las asustadas familias sortearon brezos y jarales hasta un otero donde permanecieron hasta la noche.

Desde allí pudieron ver con horror cómo el cauce del río, minutos antes seco, arrastraba aguas turbias y enfurecidas con un ruido atronador y cómo en el puente que unía ambas orillas y en algunas laderas los hombres se movían «como pájaros», tal como lo recuerda Maricarmen Flores, entonces una niña.

Las víctimas reclaman un gesto de justicia póstuma: una placa con los nombres de los fallecidos

Lo que no podían imaginar es que ese día y en aquel lugar se estaba produciendo el accidente laboral más grave de la historia de España y la tercera mayor tragedia humana relacionada con la rotura de una presa.

Una compuerta provisional (o ataguía) de 14 toneladas que cerraba el túnel de bombeo reventó por la presión del agua embalsada y anegó dicho túnel, de 16 metros de ancho, la central hidroeléctrica subterránea y varias galerías, segando la vida de dos cuadrillas de obreros que trabajaban en su interior.

Pero el desastre no acabó ahí: el agua rebosó y arrastró consigo a otro grupo de trabajadores que remataban algunas tareas en el cauce seco del río. Y se agravó al verse la compañía obligada a abrir los aliviaderos del embalse para librar de agua los túneles e intentar rescatar a los fallecidos.

El paraje quedó como tras un bombardeo, con hierros, escombros y maquinaria arrastrados por el agua. Se reconocieron oficialmente 54 cadáveres y otros 10 de accidentes anteriores, pero aun hoy en día se desconoce su número real, pues algunos desaparecieron aguas abajo.




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