Drama nacional en el rugby inglés

Que lo hagan por este país, pero también por ellos mismos, por su futuro». Stuart Lancaster, técnico de Inglaterra, lanzó esta conjura en la previa al duelo más importante de su carrera.

Una muerte súbita frente Australia en la que el XV de la Rosa se jugaba el orgullo de 53 millones de ingleses que se negaban a aceptar que su combinado nacional podía convertirse en el primer anfitrión de una Copa Mundial de Rugby que caía en primera fase.

Pero ni Lancaster ni ninguno de sus hombres fueron capaces de mudar el guión de horror y desencanto que ha perseguido a Inglaterra en este torneo. Twickenham, catedral de un deporte nacido en Inglaterra, vivió otra trágica noche en el que la sangre acabó llegando al río.

Australia se clasificó para cuartos con una exhibición histórica. Ahogó en sus propios nervios a un rival desdibujado, que nunca fue capaz de liberarse de la dura carga que supuso la derrota frente a Gales en el segundo partido.

La tensión hizo estragos en Inglaterra desde los primeros instantes, que se vio envuelta en un dilema shakespereano: to be or not to be.

La taladradora australiana consiguió su primer éxito por medio de un Bernard Foley sublime, que anotó 28 de los 33 puntos de los Wallabies. El cuadro inglés no despertó ni con el Swing Low, Sweet Chariot, himno de los seguidores ingleses, un canto entonado por esclavos africanos que intentaban poner un punto de luz a su negro destino en Estados Unidos.

Frustrada reacción

La falta de contundencia de Inglaterra atrás concedió el primer ensayo australiano. Otra vez Foley. The Iceman tramó un hueco en la zaga rival que completó con una limpia transformación.

La tercera línea australiana dio una absoluta exhibición. La dupla compuesta por David Pocock y Michael Hooper dinamitó la escasez rival. Foley engordó su cuenta al borde del descanso con otro ensayo tras aprovechar un sensacional pase de Kuridani. El telón de la función prácticamente se había cerrado al descanso (3-17).

La bola de nieve se derritió parcialmente en la segunda mitad. Lancaster agitó su pizarra a la desesperada. Nick Phipps descosió el entramado australiano y su entrada permitió mejorar a Inglaterra en todas sus líneas.

El técnico inglés también recurrió al veterano Nick Easter, quien iba a ver el Mundial desde la barrera, como comentarista, hasta que recibió una llamada de emergencia por parte del combinado inglés. Anthony Watson abrió un hilo de vida con el primer ensayo inglés, que hizo ponerse en pie al Príncipe Enrique de Gales, uno más del drama nacional.

Farrell transformó un tiro de ensayo para poner el marcador 10-20. Revivió el cadáver inglés y lo volvió a decapitar a ocho minutos para el final tras ver la amarilla y dejar a su equipo con 14. Fue el triste colofón para un XV de la Rosa que acabó envuelto en espinas que tardará en quitarse.




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