Vendida la joya perdida de Bulgari

El palacio toscano hizo las delicias de D’annunzio, Sordi o Mastroianni

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Se trata de un fiel reflejo de la situación económica de Italia. Del mismo modo que tras muchas de las grandes firmas italianas de la moda, el perfume o la gastronomía ya se esconde capital francés, chino o árabe, los grandes palacios de la Toscana van cayendo rendidos uno tras otro, como piezas de un ruinoso dominó, en los brazos de ricos inversores rusos. El último y más sonado ejemplo es el de Villa Godilonda, un edificio de 1.700 metros cuadrados construido a finales del XIX y enclavado en Castiglioncello, provincia de Livorno, que acaba de ser vendido por seis millones de euros a un empresario de Europa del Este que la convertirá en un hotel de lujo.

Junto a sus 28 habitaciones, el jardín de invierno, la piscina y la playa privada, el empresario –del que no ha trascendido su nombre ni la nacionalidad exacta— también adquiere un trozo del devenir de Italia. En el mejor y en el peor sentido. Porque Villa Godilonda perteneció al poeta Gabriele D’Annunzio, quien dicen que la bautizó así –disfrutar de la ola, significa— tras una noche “de amor y encanto” –no se sabe con quién— a principios del siglo XX. Y también porque, tras un largo periodo en el que fue la residencia de verano de la familia americana Carter y más tarde de la italiana Bulgari, se convirtió en un hotel de lujo frecuentado por los actores Marcello Mastroianni, Alberto Sordi o Vittorio Gassman. No en vano por aquella época Castiglioncello –un pueblo de pescadores de apenas 3.500 habitantes— se preciaba de haberse convertido en “una pequeña Hollywood de la comedia italiana”. Allí se rodó, entre otras, Il Sorpasso de Dino Risi.

La parte fea de la historia es que, desde hace seis años, Villa Godilonda se había convertido en un fantasma. El hotel de tronío que fue hasta entonces se degradó hasta el punto de que todavía se leen en la web de Tripadvisor algunos comentarios de huéspedes que, muy a su pesar, fueron testigos a principios de 2007 de sus últimas jornadas. Tras su cierre, se fue convirtiendo en un basurero y un refugio de vagabundos. La villa que hizo las delicias del vate D’Anunnzio, de los joyeros Bulgari o del seductor Mastroianni era una pesadilla recurrente para el arruinado Ayuntamiento de Castiglioncello. Al final, el destino de Villa Godilonda ha sido el mismo que el de tantos otros palacios de la Toscana o tantas firmas de renombre: un envoltorio italiano de lujo para el capital extranjero.




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