Motos más dóciles, pilotos más agresivos en MotoGP

Se acabaron los saltos. A la moto de cross, limpia y aseada, le toca descansar en un garaje de Cervera. La mira Marc Márquez con recelo.

Ese niño que llegó a competir en tres competiciones distintas por los circuitos de tierra de Cataluña antes de descubrir que el asfalto le convertiría en historia del motociclismo. Hoy la velocidad marca su agenda, por eso aparca otras faenas.

Hoy MotoGP va al dictado de su muñeca derecha, de sus genialidades. Es el rival. La referencia. En Qatar, donde arranca el Mundial del 2015, lo ha demostrado en cada sesión, siempre con la vuelta rápida a punto. Salvo en la clasificación, donde la Ducati de Dovizioso sacó jugo al neumático blando para llevarse, in extremis, la primera pole position del año, a la que también optó Pedrosa, finalmente segundo, por delante de su compañero, una milésima de segundo más lento.

Cree Márquez que la experiencia le hace ser mejor piloto. Ha descansado poco este invierno, y su mejor manera de desconectar ha sido competir (y hasta ganar) en carreras de dirt-track o motocross. Ya sabe lo que es defender un título.

Y lo hará con una moto tan buena –o incluso mejor: más estable, menos nerviosa, misma potencia y aceleración, magnífica la frenada– como la que ha tenido desde que apareció por MotoGP para cambiar las reglas del juego.

La categoría exige ahora un pilotaje más agresivo, como el que él impone, derrapando a la entrada de cada curva; y la competencia, estrategias ambiciosas.

Es culpa de Márquez, dos veces campeón de MotoGP con 22 años, que sorprendió en 2013 por su atrevimiento e irreverencia; que dejó a su paso un reguero de récords en su segunda temporada, cuando desmoralizó a rivales y monopolizó el campeonato.

En este tercer año, en el que vuelve a ser el favorito, está dispuesto a ganar de nuevo, pero es consciente de que todo será distinto. Sus rivales, antes anestesiados, ya saben a quién se enfrentan.

Lorenzo, fallón como nunca en 2014, llega ahora fino y confiado, con una Yamaha que se supone a la altura –con ese cambio de marchas completo que le permite reducir sin embrague–, mejor en frenada, con potencia y aceleración suficientes para pelear en cada curva, a pesar de que, por ahora e inexplicablemente, en Losail la M1 pierda 10km/h en la recta y por mucho que este domingo tenga que salir desde la quinta posición de la parrilla.

También podría ganar a Márquez su compañero Pedrosa, equipado con la misma moto, segundo en la clasificación, veloz y preciso, aunque con una menor querencia por el riesgo; o incluso Rossi, que ya el curso pasado entendió cómo había que pilotar estas motos de 1000cc para enfrentarse al campeón.

Con una moto sobrada de motor y unas revolucionarias alas de quita y pon para estabilizar la frenada, los pilotos temen a Ducati

Las cuentas, en cuanto a los candidatos al título se refiere, iban a terminar aquí. Pero para explicar este 2015 hay que atender a Ducati o a Aleix Espargaró, por ejemplo.

La casa italiana, que lleva años trabajando en la centralita electrónica que será obligatoria para todos en 2016, va a la vanguardia; y tiene las armas para competir con los mejores aprovechándose de la normativa open, del neumático extra blando o los motores de más. Con una moto mucho más dócil, “más normal”, en palabras de Dovizioso, sobrada de motor y con unas revolucionarias alas de quita y pon para estabilizar la frenada, los pilotos de fábrica temen a las Desmosedici, sobre todo por su rendimiento en la clasificación de los sábados, como se vio en Qatar.

Espargaró (décimo) también quiere dar guerra con una Suzuki aún en desarrollo, corta de potencia, aunque con un chasis que responde a las mil maravillas. La casa japonesa, que vuelve a MotoGP tras tres años de ausencia, no es la única fábrica que se apunta al juego: también lo hace Aprilia, aunque con menos éxito. Sus pilotos, Bautista y Melandri, terminaron 21 y último.




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