Messi reina en la pachanga

El delantero argentino, dispuesto a recuperar su corona tras el Mundial, gobierna el partido con autoridad y se exhibe con dos asistencias y un gol ante un Levante sin colmillos (0-5)

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Madrid.-Ante un Levante sin dentadura, el Barcelona jugó media hora al ralentí y el resto lo convirtió en una pachanga donde el rey absoluto fue Messi. Dispuesto a recuperar su corona tras el Mundial, La Pulga ha afilado su relación simbólica con el dorsal 10 y todo lo que representa: los pases geniales a sus compañeros, el gobierno de los partidos y, por supuesto, el gol. Su dominio fue tan aplastante que el público del Ciutat de València, sin competencia sobre el campo, abandonó el estadio antes de hora. Si no era un entrenamiento, lo pareció en casi toda la segunda parte.

La hinchada granota se había alborotado al ver a Messi fallar un penalti. Era noticia: el jugador más preciso enviando un disparo estrambótico muy alejado del marco. El público le gritó “tonto, tonto” al futbolista más listo. Al que ha sabido adaptar su juego a las nuevas características de su cuerpo. Cada vez más a gusto en la posición de 10, Messi baja a recibir al círculo central y, desde allí, otea el horizonte. Con la ventaja de contar con un relámpago a unos 20 metros capacitado para interpretar sus mensajes. Es Neymar.

Cuando el brasileño arranca sabe que La Pulga le dejará el balón en el lugar idóneo, justo a la espalda de la defensa. Listo para encarar al portero Jesús, que erró en el manotazo a la pelota y la depositó otra vez en los pies de Neymar. El brasileño abrió el marcador después de haberlo merecido más que nadie, desafiando y venciendo en el uno contra uno primero a Pedro López y, después, a un tren de mercancías, Héctor Rodas. Los dos rotos por la cintura de avispa de Neymar.

La primera mitad acabó con Messi persiguiendo enfurecidamente al lateral izquierdo, Toño García, sin escapatoria. ¿Los pájaros disparando a las escopetas? No, La Pulga demostrando la tesis de su entrenador, Luis Enrique, cuando dijo aquello de que el delantero argentino también podría ser el mejor defensa del planeta.

La hinchada granota se había alborotado al ver a Messi fallar un penalti. Era noticia: el jugador más preciso enviando un disparo estrambótico muy alejado del marco. El público le gritó “tonto, tonto” al futbolista más listo. Al que ha sabido adaptar su juego a las nuevas características de su cuerpo. Cada vez más a gusto en la posición de 10, Messi baja a recibir al círculo central y, desde allí, otea el horizonte. Con la ventaja de contar con un relámpago a unos 20 metros capacitado para interpretar sus mensajes. Es Neymar.

Cuando el brasileño arranca sabe que La Pulga le dejará el balón en el lugar idóneo, justo a la espalda de la defensa. Listo para encarar al portero Jesús, que erró en el manotazo a la pelota y la depositó otra vez en los pies de Neymar. El brasileño abrió el marcador después de haberlo merecido más que nadie, desafiando y venciendo en el uno contra uno primero a Pedro López y, después, a un tren de mercancías, Héctor Rodas. Los dos rotos por la cintura de avispa de Neymar.

La primera mitad acabó con Messi persiguiendo enfurecidamente al lateral izquierdo, Toño García, sin escapatoria. ¿Los pájaros disparando a las escopetas? No, La Pulga demostrando la tesis de su entrenador, Luis Enrique, cuando dijo aquello de que el delantero argentino también podría ser el mejor defensa del planeta.

Al Barça le quedaba poco más de un ensayo en el segundo periodo. Tiempo para que Messi volviera a dejar solo a un compañero ante la meta granota, Sandro, arrastrado por la impulsividad juvenil yéndose a celebrar el tanto a una esquina, en solitario, antes de rendir pleitesía al jefe, receptor de todos los elogios. La lluvia ya era de goles cuando Jordi Alba llegó sin límite de velocidad hasta la línea de fondo. Su pase atrás lo remachó Pedro. Tiempo para dar descanso a Neymar y a Busquets, sustituidos por Sandro y a Xavi, marchándose los aficionados granota a su casa a falta de media hora para el final, dolidos por la falta de combatividad de su equipo. Público generoso para aplaudir a Xavi al entrar y, sobre todo, ovacionar a Iniesta al salir. Resignado hasta para valorar la vaselina con la derecha de Messi para castigar un nuevo error del meta Jesús enredándose en la salida del balón. Messi ha vuelto y reinó en la pachanga.




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