España toca fondo en el quinto puesto

El destino es asimétrico con algunos héroes del deporte. Así sucede con la leyenda de Ana Tarrés, que se agiganta fatalmente a medida que su obra desciende al fondo de un proceloso mar. Esto es lo que sucede con el equipo de natación sincronizada de España, que quedó quinto en la final técnica de los Mundiales de Kazán después de haber quedado quinto en los preliminares de la combinada y quinto en el dúo técnico. Las cosas parecen que no pueden ir peor. El quinto puesto por debajo de Rusia, China, Japón y Ucrania es el lecho subacuático de hierro donde se posa el naufragio.

El naufragio remite a Ana Tarrés, la mujer que construyó la natación sincronizada española desde la nada, la vanguardista que inventó coreografías que crearon tendencia en todo el mundo, la líder que supo conducir al equipo a través de tres generaciones de éxitos en Juegos y Mundiales entre 2003 y 2012. La exseleccionadora que fue despedida y escarnecida públicamente en 2012. El ejecutor, con el respaldo del Consejo Superior de Deportes, fue Fernando Carpena, presidente de la federación española. Carpena anunció que no bastaba con platas olímpicas. Que había que ir “a por el oro”. Visión deslumbrante de un hombre cuya visión ha conducido al equipo al quinto puesto. Le preguntaron a Clara Basiana, la capitana, si hay posibilidades de remontar a Japón y Ucrania camino del bronce en Río. “Será difícil pero lo daremos todo por competir con dignidad”, respondió.

Hace falta algo más que un trabajo digno para colgarse un bronce. Clara Basiana, una deportista maravillosa y responsable, tuvo escrúpulos. Ofreció explicaciones en público sin buscar coartadas ni prometer lo imposible. Nunca en este siglo un equipo ha saltado dos puestos en un año para colgarse un bronce olímpico.




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