Melendi en Toledo

Quienes vieron a Melendi hace unos años y el viernes se reencontraron con él en la plaza de toros de Toledo, sencillamente lo fliparon. Porque Ramón Melendi Espina (Oviedo, 1979) ya no es el macarra que lo mismo era detenido en un avión que te confesaba, acordes de por medio, que «Vuelvo a traficar».

Entonces era un veinteañero con rastas y «piercings», que no sabía «dónde ponía la hostia que me iba a pegar». Ahora tiene 36 tacos y poco menos que es el yerno ideal. Barba recortada, camisa blanca y corbata, pero ¡si hasta apareció puntual en el escenario, que verás tú como alguna suegra lo compare con lo que tiene en casa! En fin, que utilizando palabras del propio Melendi, ahora canta «canciones más serias y no tan desenfadadas».

«Un alumno más» es su séptimo disco y las 5.000 personas que lo escucharon en Toledo vieron a un Melendi que cree que «El amor es un arte», que está «Colgado de la vecina» (pongamos que se llama María) o que convierte la plaza en un «dramón» cuando entona «Saraluna»: una historia de dos niñas separadas al nacer que a los españolitos que ya tienen una edad para ser padres les suena bastante.

Durante la primera parte de un «show» en el que llovió al principio, y que se alargó dos horas y cuarto, Melendi combinó los últimos temas sacados del estudio con sus grandes éxitos de ayer, hoy y siempre. Aquí cayeron «Le pido a la luna», «Calle La Pantomima», «Canción de amor caducada», «Como una vela», «Barbie de extrarradio» o «Con solo una sonrisa».

Hubo un primer descanso, Melendi volvió de oscuro (pero igual de gentil, no se crean) y las diferencias se acentuaron entre lo viejo y lo nuevo, entre el pasado y el presente. Entre quién era y quién es, por qué no decirlo.

Así que durante la segunda mitad del concierto lo mismo te encontrabas con un «loco, borracho, perdido/ tan enamorado de ti y de mis vicios», que con un artista que, después de entonar «Cierra los ojos», pedía a los «más jóvenes» que, «por favor, no le den ni una oportunidad» (a la droga, se entiende), a la vez que confesaba: «Cuando eres más joven, no te das cuenta de lo que representas». Era el «yin y el yang». Tanto que Melendi, en una de esas canciones lentas que ahora recita (precisamente «Un alumno más») se atrevió a tocar el piano. Lo dicho: el yerno ideal.

Después llegó la presentación de la banda (también de blanco y con corbata), mientras sonaba el «Eye of the Tiger» de las películas de Rocky Balboa y los músicos lanzaban a una canasta improvisada en el escenario.




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