El cielo: un destino para todos

Y si el plan de vacaciones no es playa, sol, nieve, recorrer grandes ciudades o desconectarse en paraísos naturales, ¿se animaría a mirar el firmamento? ¿Qué tal hacerlo desde los lugares más privilegiados del mundo para esto?

La observación de eventos astronómicos como los eclipses y las lluvias de estrellas cautivan seguidores alrededor del mundo, y convocan a profesionales y aficionados a realizar expediciones para apreciarlos desde distintos rincones del planeta.

Miquel Serra-Ricart es investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), cuyo observatorio resalta por sus telescopios escondidos en una estructura blanca, con la forma del caparazón de un caracol, en el pico de una montaña que está por encima de las nubes. Está rodeado por uno de los paisajes más bellos y abre sus puertas a visitas del público por 9 euros.

En 1998, Serra-Ricart creó la Asociación Shelios para organizar expediciones científicas. “Nosotros no elegimos ningún lugar, lo eligen los fenómenos. Si hay un eclipse de Sol en Estados Unidos, como sucederá el próximo año, viajamos allá”, señaló.

Si bien sus expediciones se hacen para investigadores, estudiantes y periodistas, astrónomos aficionados también pueden participar. Este año, en agosto, saldrán rumbo a Islandia y Groenlandia para apreciar la magia de un fenómeno que quienes lo han disfrutado lo recomiendan como uno de esos que hay que ver al menos una vez en la vida: las auroras.

La observación de auroras es una de las opciones que ofrece el turismo astronómico, un modelo que ha permitido al público general acceder a territorios únicos –alejados de la actividad humana y de la contaminación lumínica que flota sobre las grandes ciudades– que ofrecen las mejores condiciones para observar el firmamento.

Chile. Hay lugares del mundo con cielos privilegiados, y el norte de Chile es uno de ellos. El astrofísico colombiano Santiago Vargas explicó que esta región permanece con poca nubosidad, lo que permite observaciones más exitosas, además que en la altura donde se encuentran los telescopios (algunos por encima de los 5.000 metros) se reducen las capas de atmósfera que entorpecen la observación.

En esa región del norte está el desierto de Atacama, tal vez la zona más seca de nuestro planeta, que cubre una superficie de casi 105.000 kilómetros. Y en lo más alto de sus imponentes montañas reposa hoy 40% de la infraestructura de observación óptica con telescopios modernos del mundo. Todo se concentra en las regiones de Antofagasta, donde están los observatorios de Paranal y Alma, y Coquimbo, donde se ubican los de Cerro Tololo, Gemini, Las Campanas y La Silla. El acceso a sus instalaciones es diurno, guiado y gratuito, y solo se habilita los fines de semana.

Rumbo al espacio. Pese a que fue durante la carrera espacial cuando acapararon la atención del mundo, observar lanzamientos espaciales sigue siendo una experiencia.

Plataformas históricas como Cabo Cañaveral, en Estados Unidos, desde donde partieron misiones de los icónicos transbordadores espaciales, o Baikonur, la base en Kazajistán al servicio de Rusia, de donde voló el Vostok 1, la nave que llevó al espacio a Yuri Gagarin, mantienen su operación y abren sus puertas a los visitantes para ver cómo enormes cohetes impulsan cápsulas hacia la Estación Espacial Internacional y sondas rumbo a destinos de nuestro vecindario cósmico.

En el Centro Espacial Kennedy, en la Florida (Estados Unidos), además de presenciar el lanzamiento de cohetes, los visitantes pueden conocer el transbordador Atlantis, tener encuentros con astronautas y hasta volar con ellos en simuladores. El ingreso para adultos cuesta 50 dólares y en las fechas de lanzamiento, el acceso a esta zona puede costar desde 50 dólares adicionales.




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