Aproximadamente tres semanas han pasado desde que decidí, asumiéndolo como una responsabilidad social, seguir el protocolo de cuarentena establecido en los países más afectados y quedarme en casa.
Es desalentador ver las cifras y sin ser expertos estadistas darnos cuenta del ritmo que lleva el asunto, pero más desalentador es ver personas que no son capaces de extrapolar la información que reciben a su día a día, convirtiéndose en potenciales propagadores de este virus que, si bien a unos les pasa sin penas ni glorias a otros les resulta simplemente mortal.
Salir a la calle es una odisea que empieza desde que atraviesas la puerta de salida hasta que vuelves rogando no traer el Covid-19 contigo y no haber contribuido a su esparcimiento por algún despiste, pues entre otras cosas no deberia estar permitido el despiste, porque puede ser de consecuencias impredecibles.
Ayer combiné la salida semanal con un paseo al parque, procurando guardar la distancia pertinente, en un momento de distracción me acerque más de lo recomendado a una señora de unos 70 años, calculando rápido, que espantada me advirtió y recordó la medida de distancia social establecida, eso dos metros que nos pueden mantener a salvo. Mi reacción inmediata, totalmente involuntaria y absolutamente humana, fue echarme a reír con una risa que se debatía entre sorpresa, incertidumbre e impotencia cuando la señora se apartó de mi lo mas rápido que pudo.
Luego continúe con el otro objetivo de mi salida, comprar frutas y vegetales frescos, siguiendo la mecánica del distanciamiento como arma contra el contagio.
Al llegar a casa, el ritual de la entrada en la zona sucia, despojo de calzado, ropa y demás posibles agentes portadores. Después aseo cuidadoso, eliminando los restos que pudieran pasar de las capas de ropa a la piel. Y por último proceso de higienizado y desinfección de los productos que van a ser consumidos hasta la próxima provisión.
Nos toca parar. Inhalar profundo, los que aún gozamos de ese privilegio, ese aire renovado a este costo tan alto. Vivir esta ficción que vimos en el cine y jamás imaginamos ser parte de la trama.
Y mientras tanto, resistir para luego reanudar la marcha, reacomodar los relojes biológicos, reactivar el ritmo circadiano y… continuar
