La Universidad Nacional de Colombia quiere volver a alzar la voz

Marcharon en contra de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla en los años cincuenta. Se envolvieron en la bandera de la Revolución Cubana en los sesenta con el acompañamiento de líderes guerrilleros como el cura y profesor, posterior representante de la guerrilla del ELN, Camilo Torres.

Empujaron en el proceso constituyente que cambió la carta magna en 1991. A principios de los 2000, pactaron un nuevo modelo de lucha. Y cuando los colombianos creían que sus estudiantes universitarios se habían callado, recuperaron la voz al día siguiente de que el país le dijera no a los acuerdos de paz firmados con las FARC en el plebiscito del 2 de octubre.

La Universidad Nacional de Colombia, la institución pública de mayor calidad educativa, puja por volver a ser la conciencia crítica del país en un momento trascendental de su historia moderna: el final de medio siglo de guerra con las FARC.

Hemos dejado de ser vistos como esos jóvenes rebeldes, ahora muchos sectores consideran que tenemos una opinión sensata para transformar la sociedad”, opina Alejandra Rojas, estudiante de la maestría en Salud Pública y Secretaria General de la Federación de Estudiantes Universitarios en la Nacional.

Lo dice en la plaza del Che, el lugar que todo colombiano identifica con este centro. Ahora comparte nombre con el humorista asesinado Jaime Garzón. Ambos iconos, de distintas luchas, miran de frente a las serigrafías del cura, profesor y guerrillero Camilo Torres. Y otros tantos grafitis que van y vienen en las paredes blancas de la biblioteca y el resto de edificios que conforman este espacio.

Los símbolos que lideraron al movimiento estudiantil desde los sesenta en adelante siguen vigilantes. Es el único papel que juegan en este momento entre un colectivo que para el rector de la Nacional, Ignacio Mantilla, “es muy débil, sin liderazgo real, con poca credibilidad y con agendas políticas externas.

Han pasado seis años desde que en la Mesa Amplia Nacional Estudiantil se propusiera una carta de navegación para el movimiento universitario: una nueva identidad con nuevas maneras de expresión.

En aquel momento, miles de alumnos salieron a las calles en contra de una reforma educativa, en lo que para parte de la sociedad se consideró el último gran movimiento estudiantil en Colombia.

Ya no se trataba de hacer la revolución para cambiar la universidad como sucedió en los sesenta”, explica Jairo Rivera, de 27 años, exalumno de la Nacional y miembro de Voces de Paz, el partido que vigilará en el Parlamento que lo pactado con las FARC se cumpla hasta que la insurgencia forme su propia agrupación política. “Sino de transformar a través de la movilización y de la invitación a la ciudadanía a un debate sobre la educación superior”.




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