Zidane, con ‘fiebre amarilla’

Dado el estado actual del Real Madrid, con catatonia severa, es posible que se quede sin ganar estos tres partidos que juega con equipos con camiseta amarilla. El pinchazo con el Villarreal ha sido un reflejo de que es un equipo de figuras, pero con excesivas fisuras. Tiene por delante una UD Las Palmas a tope y lo que es peor, un Borussia Dortmund sin piedad, súper goleador y que juega de local en la Champions.
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Es decir, que Zidane padece ya la ‘fiebre amarilla’. El virus al que tenía pánico. Pero es que su equipo sigue repetidamente sin jugar a nada. Sin creadores de juego, sin un solo goleador y con tres estrellas absolutamente marchitas, como son James, Benzema y Ronaldo.

Juego el Madrid con ocho y, a veces, hasta con siete, porque tras la hemorragia de éxito de Bale con Gales, parece otro jugador. Demasiado narcisismo por un europeo.

Es curioso el mediocre sentido de Zidane como técnico. Con James desaparecido, Benzema perdido en la niebla de las causas justas y con un Ronaldo que parece un ex-jugador, al que se le ocurre mandar al vestuario es a Bale, porque era el más fácil de sustituir. El galés no se iba a quejar.

Sacar a Ronaldo del campo le cuesta un disgusto al nuevo Del Bosque blanco. Benzema es su protegido y con James, no quiere problemas con la grada. Así que Bale, fuera. ¿Qué ocurrió? Pues que Lucas Vázquez es mucho peor que Bale y hasta le hace un gigante. Luego aparece Morata, con poco tiempo y con su fino olfato de no ver nunca puerta.

Un equipo, además, medio muerto físicamente, porque estaba pagando los disparates tácticos de Zidane con el Sporting de Lisboa. El equipo no podía ni con las botas. Y quita al más fresco de todos, a Bale. Tanta salvaje mediocridad del argelino-francés me subleva. No se puede vivir partido tras partido con la herradura de la suerte.

Las rachas se agotan y me parece que la ‘fiebre amarilla’ puede poner a Zidane en lo que es, un entrenador en pleno aprendizaje. Un técnico sin imaginación, que no tiene talento para ser entrenador todavía y que sólo sabe darles palmadas en la espalda a sus figuras decadentes como James, Benzema y, sobre todo, Ronaldo. Y, desde luego, darle el gusto infinito a los periodistas.
Hace muchas lunas lamentamos que el Madrid se había equivocado gravemente en no fichar a un delantero centro, a un goleador. Un día más, el gol lo ha metido un defensa, el de casi siempre, que se empeñaba en enredar una vez más con su penalti de siempre. Ramos no está para jugar en la defensa del Madrid.

Partido a partido, penalti tras penalti es una rémora demasiado pesada, cuando su entrenador no tiene más ciencia que el balón parado.
Ridícula, peligrosa ‘fiebre amarilla’, mientras que los piperos de la propaganda cantaban y orquestaban la campaña de un Zidane invencible, cuando Zidane sólo hacía sonar a su herradura. La única música que suena de momento en Chamartín, es el tedioso himno del ‘mecano’ con Domingo y la horterada de la Décima. Y nada más, como dice la de la horterada.




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