El asesino de prostitutas de Barcelona vuelve a estar libre

Desde hace cuatro meses, exactamente desde el pasado 16 de febrero, David B. L., de 44 años, vuelve a estar en libertad con cargos. La policía le considera un psicópata, un asesino en serie y un maltratador de prostitutas y toxicómanas en Barcelona.

Para desesperación de algunos y miedo de estas mujeres, el Calvo se pasea nuevamente por Ciutat Vella, Zona Franca y Montjuïc. Quién sabe si en busca de una nueva víctima.

De nada sirvió el exhaustivo atestado en el que los Mossos d’Esquadra de la Unidad Central de Personas Desaparecidas reconstruían las últimos cuatro meses de vida de Verónica Tallo Carretero, nacida en Sabadell en 1974.

Los investigadores concretaban que la mujer, a la que nadie ha vuelto a ver desde el 2 de enero del 2012, ni ha dado señales de vida, fue asesinada entre las siete de la tarde y las diez de la noche de ese día por el que entonces era su pareja, el mismo hombre que se supone mató de un golpe, quemó y enterró a Segunda María Desviat en julio del 2015.

El mismo individuo que, en verano del 2012, habría asesinado a Ana Girona, aunque la Audiencia de Barcelona le absolvió por falta de pruebas. El mismo sujeto que maltrató y a punto estuvo de acabar con la vida de otras siete mujeres, entre ellas Fernanda Mendo, Rita Zulkarnejeva o Mónica Lama.

De nada sirvieron antecedentes policiales, judiciales y que David B. L. se encontrara en libertad provisional por el crimen de Segunda. De nada sirvió que el sospechoso fuera presentado por los especialistas como un psicópata peligroso o que entre sus antecedentes figurara una condena a cinco años por haber intentado matar a un turista francés que se le acercó a pedirle fuego.

La titular del juzgado de violencia sobre la mujer número tres de Barcelona, Gabriela Paula Sagrado Pessagno, dejó en libertad sin fianza al individuo tras ser detenido hace cuatro meses en La Bisbal, acusado del asesinato de Verónica Tallo, en el 2011.

La juez entendió que “faltan indicios racionales de criminalidad” y que los datos aportados por los Mossos son “solo sospechas”. Y los jueces necesitan indicios y pruebas. Y esta, además, necesitaba el cadáver de Verónica que, cuatro años después, sigue sin aparecer pese al empeño que han puesto en buscarla los Mossos y algún guardia urbano de la comisaría de Sants-Montjuïc. Se han pateado la montaña, especialmente la zona que ahora ocupa un hermoso jardín de cactus y en la que antaño convivieron David con Verónica, en una tienda de campaña.

Desde la condena por el asesinato de Santiago Corella, el Nani, se han dictado sentencias por homicidio, pese a la ausencia del cadáver.

Ese mismo grupo de Mossos que detuvo a David y que está especializado en desapariciones de carácter criminal ha sentado en el banquillo a individuos como Ramón Laso, condenado a 30 años por el asesinato de su mujer y su cuñado, y cuyos cuerpos nunca aparecieron. Con Verónica Tallo pasará lo mismo. No será fácil encontrar su cadáver. Pero su entorno sabe que solo puede estar muerta.

Toxicómana, enferma, vivía en la indigencia y dependía absolutamente de los servicios sociales desde el 2007, cuando consta su primera reseña en un centro dependiente de la Cruz Roja. Con numerososos antecedentes por hurtos y robos con violencia, la mujer acababa de saber que estaba embarazada, y tenía día y hora en el hospital del Mar, donde ya había comunicado su decisión de interrumpir la gestación.

Casi todos podemos desaparecer voluntariamente. Verónica no. Su vida desestructurada le obligaba a interactuar a diario con los servicios sociales para sobrevivir en la calle, donde resistía los últimos 16 años en los que nunca volvió a saber nada de su madre, ni de su hermana.

La pena en este caso es que se tardó demasiado en echarla de menos y en alertar de su ausencia. Esa ha sido la suerte y la ventaja con la que hasta ahora ha jugado David B. , un psicópata en palabras de policías, forenses y los especialistas que le han tratado.

Ojalá esta historia no fuera más que un relato de ficción. Pero no. Esta es una crónica protagonizada por tres mujeres asesinadas en los últimos cuatro años en Barcelona y otras siete maltratadas, y con el principal y único sospechoso en la calle. Lo peor es que ninguno de los policías y especialistas al corriente de esta investigación pueden garantizar que no hayan habido más víctimas silenciadas y alertan de la peligrosidad del individuo.

La última de las investigaciones en torno a David B. arrancó el 22 de octubre del 2015. En esas fechas, los trabajadores sociales de diferentes centros que operan en Barcelona con drogodependientes ya estaban en alerta respecto a él. Politoxicómano y usuario habitual, había mostrado su faceta más violenta, tras años de una aparente amabilidad con la que tenía a muchos engañado.

En aquellos días, ya había sido detenido y acusado del asesinato de dos de sus compañeras. Pero en un caso, el de Ana Girona, los jueces no creyeron las palabras de Fernanda Mendo. Era novia de David y una tarde, en la tienda de campaña de Montjuïc, el hombre la intentó estrangular con una cuerda, mientras le decía que tras matarla la enterraría junto “a la otra puta” que tenía escondida en la montaña. Fernanda sobrevivió y los Mossos comprobaron que no mentía, porque encontraron el cuerpo de Ana. Aún así, quedó absuelto, por falta de pruebas.




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