Nizhni Nóvgorod, el mirador más bello de Rusia

“Rara ciudad rusa puede presumir de tan amplia panorámica y tan bellos y extraordinarios paisajes como Nizhni. Quedé petrificado al asomarme sobre el talud de su orilla. Por muy lejos se extendía inesperadamente ante mí la otra orilla del Volga. Al principio no sabes dónde mirar, en qué detenerte. Cuesta apartar los ojos de esa inmensidad azul, que no sólo se ve, también se siente. Cierra los ojos, y por el olor a río y las flores silvestres, por el suave susurro del viento y Dios sabe qué más, sabrás de su grandeza”.

Con estas sentidas palabras describió a finales del siglo XIX su impresión de Nizhni Nóvgorod el escritor y viajero ruso Vasili Nemiróvich-Dánchenko, hermano de Vladímir, el legendario director de teatro.

Medio siglo antes, el viajero francés Astolphe Louis Léonor, cronista del Imperio Ruso en 1839, escribió que la ciudad se levantaba sobre “el lugar más bello” de entre todos lo que este aristócrata vio en su viaje.

Mucha agua ha corrido desde entonces por el Volga, pero la poética vista que se abre desde los 140 metros de altura del casco histórico de Nizhni, como la llaman sus habitantes, sigue casi intacta.

Fundada en la confluencia de los dos ríos más largos e importantes de la parte histórica de Rusia, la ciudad ha crecido a lo largo de las dos orillas del Oká, pero solo sobre la margen derecha del Volga, que hizo durante siglos de frontera natural al país por estas latitudes.

Con 1.250.000 habitantes, todavía hoy se puede sentir la grandeza del paisaje de Nizhni al pasear por la monumental Avenida Fluvial Alta del Volga, o al detenerse en el mirador de la imponente escalera Chkálov, que baja en forma de un enorme número ocho desde los muros del Kremlin medieval hasta la orilla del río “madre de Rusia”.

La fundación de Nizhni Nóvgorod en 1221 cerró de alguna manera los primeros tres siglos de la expansión eslava sobre las extensas tierras que habitaban pueblos ugrofineses entre el alto Volga y el Oká, un río que atraviesa de suroeste a noreste muchas de las históricas regiones del país, incluida Moscú. La ciudad, a 400 kilómetros al este de la actual capital, se convirtió por muchas centurias en puesto avanzado para las conquistas del Estado medieval ruso.

El otro lado del gran río seguía habitado por ugrofineses, y al sur se extendían los vastos dominios de la Bulgaria del Volga, un estado tártaro del que poco después vendría la temida Horda de Oro mongol que subyugó durante tres largos siglos a Rusia.

Como todas las urbes rusas, Nizhni nació abrigada por los muros de su Kremlin (fortaleza), que gracias a su situación geográfica en lo alto del río, la robustez de sus muros y sus defensas únicas para la época, nunca fue conquistado pese a los numerosos saqueos que sufrió la ciudad hasta bien entrado el siglo XVII.

Hoy día, a diferencia de otras antiguas fortalezas rusas, el Kremlin de Nizhni guarda pocos vestigios de aquella época salvo la catedral de San Miguel Arcángel (1631) y las trece torres que, junto con sus muros todos de ladrillo rojo, delimitan su perímetro de 2.080 metros.

En los meses de verano se puede pasear por el alto de la muralla, entre torre y torre, y observar a través de esos dientes de ladrillo tan rusos la vieja ciudad a un lado, y el Volga, con su verde orilla virginal, al otro.

Al interior se accede a través de varias torres, pero es la de San Demetrio, símbolo de la ciudad, la que tiene el honor de llamarse puerta principal al corazón de Nizhni. Dentro, entre parques y jardines, varios edificios monumentales construidos entre los siglos XVIII y XIX son ahora sedes de instituciones oficiales y museos.

Llena de blindados. Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando hizo de perfecta retaguardia industrial a Moscú, de las fábricas de Nizhni salieron algunas de las armas que en el campo de batalla inclinaron la balanza a favor de los soviéticos. Es el caso del tanque T-34 o el Katusha, el primer lanzacohetes móvil de boca múltiple de la historia.

La ciudad ha convertido esa parte de su historia en un atractivo turístico y ha instalado dentro del Kremlin una exposición permanente de los armamentos construidos por sus habitantes.

Además del T-34 y el Katusha, a pocos metros de los muros del Kremlin los turistas se hacen la foto con todo tipo de vehículos blindados, legendarios camiones y camionetas construidos en la fábrica GAZ con tecnología de la estadounidense Ford, e incluso un caza y la maqueta de un submarino de la época.




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