Elecciones en España: cómo se elige al futuro presidente

España

Los españoles concurren este domingo 20 de diciembre a los comicios más calientes de su joven democracia. Por primera vez hay fuerzas nuevas en condiciones de disputar el poder (Podemos y Ciudadanos), lo que supone el fin del bipartidismo iniciado con el fin de la dictadura de Francisco Franco, en 1976, y hegemonizado por el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Es casi un hecho que el gobierno que surja será minoritario y se verá obligado a formar acuerdos.

En concreto, se votan los 350 miembros del Congreso de los Diputados y los 208 senadores de elección directa. Los primeros son los encargados de designar al próximo presidente.

¿Cómo es el procedimiento? «El rey hace consultas con los líderes de los partidos elegidos y propone al que más escaños tiene como formador del gobierno. Esto ha sido así hasta ahora porque había dos partidos muy grandes, y es muy posible que en esta ocasión haga lo mismo, pero que el líder de la fuerza mayor (posiblemente el PP) no sea capaz de asegurar una mayoría suficiente para su elección (investidura). En ese caso, el rey llamaría a otro jefe para que repitiese el proceso», contó el politólogo Manuel Alcántara Sáez, coordinador del doctorado en «Procesos Políticos Contemporáneos» de la Universidad de Salamanca, en diálogo con Infobae.

«EL REY HACE CONSULTAS CON LOS LÍDERES DE LOS PARTIDOS ELEGIDOS Y PROPONE AL QUE MÁS ESCAÑOS TIENE»

«Esto es habitual en otras democracias europeas, pero es insólito en España. Sin ir más lejos, es lo que ha sucedido muy recientemente en Portugal. El líder de la derecha fue propuesto por el presidente de la república para formar gobierno pero no pudo, y entonces fueron los socialistas los que lo hicieron», agregó.

Una vez que está oficialmente designado, se presenta ante los diputados, expone su programa y les pide que lo acompañen. Entonces los legisladores deben votar. Para formar gobierno en esa primera instancia necesita mayoría absoluta (176 diputados). Si no la consigue, tras intensas negociaciones entre la primera minoría y el resto de los bloques, se repite la votación 48 horas después. En este caso, basta con que obtenga más votos a favor que en contra y no tiene que llegar forzosamente a 176.

Si tampoco así consigue el respaldo necesario, el monarca designa un nuevo candidato. El Congreso tiene dos meses para proclamar un nuevo presidente. En caso de fracasar, se disuelve el parlamento y se llama a nuevas elecciones. Ésto no ocurrió nunca en la historia reciente de España.

Rajoy es el favorito, pero es también el que más resistencia genera

El fin del bipartidismo, pero no de los partidos viejos

La democracia española está, desde el ascenso de Felipe González al poder, en 1982, marcada por la alternancia entre el PSOE y el PP, que se repartieron desde entonces la gran mayoría de la representación popular. Ese esquema se mantuvo hasta las elecciones de 2011, que consagraron a Mariano Rajoy como presidente.

Los dos partidos tradicionales controlan el 84% de las bancas en el Congreso actual, fruto de esos comicios. El PP pudo formar gobierno en soledad, ya que obtuvo 186 escaños, diez más que la mayoría absoluta.

«EL PRÓXIMO GOBIERNO SERÁ DE MINORÍA Y, PROBABLEMENTE, EL MÁS DÉBIL DE LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA»

Todas las encuestas coinciden en que ese escenario quedó enterrado en el pasado. Según el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un ente estadístico estatal, pero autónomo, el PP volvería a ganar, pero obtendría unos 124 diputados, muy lejos de los 176 necesarios. El PSOE saldría segundo, pero retrocedería a 83 legisladores.

«Con casi toda seguridad, el próximo gobierno será de minoría y, probablemente, el más débil de la democracia española. Las encuestas le dan al PP entre 120 y 130 diputados en el mejor de los casos, cuando Adolfo Suárez (1976-1981) tuvo más de 160, y el de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011), que también gobernó en minoría, 170. Sería necesario un gobierno de coalición, pero los partidos se resisten mucho. Somos de las pocas democracias europeas que no han tenido alianzas de este tipo a nivel nacional», explicó Cesáreo Rodríguez-Aguilera, catedrático de ciencia política de la Universidad de Barcelona, consultado por Infobae.

Si bien el PP y el PSOE siguen siendo los principales partidos, ya no se puede hablar de bipartidismo, cuando no llegan al 60% de la representación ciudadana. Los emergentes, Ciudadanos (C’s) y Podemos, sumarían 65 y 47 bancas cada uno. Es más que suficiente para condicionar a cualquier gobierno, pero menos de lo que esperaban sus dirigentes y seguidores, que hace un año creían que realmente era posible desbancar a los viejos.

«Lo que muchos esperaban era que la hegemonía de los partidos tradicionales estuviera más amenazada, pero finalmente no fue tan así, sobre todo en el caso del PP. Es verdad que parece que están ahí los primeros años de recuperación económica, y que está mejorando la macroeconomía, pero aún así había expectativas más altas respecto de Podemos y C’s. Se creía que podían ser una opción real de gobierno, algo que hoy no parece posible», dijo a Infobae el politólogo español Ferran Davesa, investigador doctoral del Instituto de Estudios Europeos, con sede en Bélgica.

«HABÍA EXPECTATIVAS MÁS ALTAS RESPECTO DE PODEMOS Y C’S»

La desilusión tiene que ver con que durante gran parte de 2014, Podemos lideró las encuestas. Sin embargo, no para de caer desde hace un año. C’s, que empezó desde muy atrás, tuvo un crecimiento acelerado al mismo tiempo que caía la imagen del partido filo chavista. Pero desde hace algunos meses comenzó a retroceder.

«Una cosa son los sondeos que se hacen muchos meses antes de las elecciones, y otra muy distinta cuando éstas se acercan. A medida que se aproximan los comicios, el elector se hace más realista. Para que los partidos emergentes desplacen a los clásicos sería necesario un verdadero colapso político, con acontecimientos muy raros. No hay muchos casos de hundimientos fulminantes. Pasó en Grecia con el PASOK. Pero en España los dos grandes partidos, aunque están tocados, van a resistir bastante bien y lo más probable es que mantengan la primera y la segunda posición. Tienen las estructuras más grandes y en las provincias pequeñas son prácticamente invencibles», dijo Rodríguez-Aguilera.

«Los emergentes —continuó— han conseguido consolidar un espacio muy bueno y pueden sentirse satisfechos. Pensar que podían desplazar a los dos grandes en un año era una ilusión. Pero van a provocar cierto terremoto institucional. Vamos a pasar de un escenario dominado por dos, a uno de cuatro. Han venido para quedarse. El viejo bipartidismo ha pasado a mejor vida e iremos a un sistema más plural, lo que sintoniza con la tónica habitual europea».

Para Davesa no se puede soslayar la existencia de un «voto útil», fomentado por un sistema que favorece el bipartidismo desde hace décadas. «Ante la amenaza de un nuevo gobierno de Rajoy —dijo—, para muchos electores elegir a Sánchez es más útil. Sólo el militante indignado se mantiene firme con Podemos. También hubo un efecto burbuja. Después de las protestas y del auge del movimiento del 15M (en 2011), estos partidos tuvieron mucha visibilidad en los medios de comunicación, lo que contribuyó a que la opinión pública los viera como ganadores, porque además son fuerzas que movilizan mucho el debate público desde internet. Pero se ha demostrado que esos espacios no son tan representativos de la sociedad».

Otros factores a considerar son más estructurales, como las reglas de juego que establece la legislación vigente. «En España las circunscripciones electorales son provinciales, y en función la cantidad de habitantes eligen un número mayor o menor de representantes —continuó el investigador—. Cuanto más pequeña es la provincia, más difícil es que obtengan representación los partidos chicos. Ésa es una de las claves para entender el bipartidismo desde la vuelta de la democracia. La ley electoral desalentó el multipartidismo».

Albert Rivera, líder de Ciudadanos

Los posibles gobiernos

Considerando que, si no pasa nada extraño, el partido que gane las elecciones va a necesitar de otro u otros para formar gobierno, se abre el interrogante de cuáles son las coaliciones posibles. «Hasta ahora —dijo Davesa—, los gobiernos socialistas o populares sin mayoría negociaban un acuerdo con las fuerzas nacionalistas regionales, el PNV (Partido Nacionalista Vasco), o Convergència i Unió (CiU), el partido catalán que tradicionalmente se ha prestado a dar apoyo. En algunos casos, esos acuerdos se plasmaron con un voto positivo en la primera ronda de votación en el Congreso. En otros, con una abstención en la segunda».

«A partir del 20 de diciembre se puede dar algo distinto, que el clivaje de los apoyos ya no sea territorial, sino ideológico, a partir de acuerdos con C’s o con Podemos. Todo indica que ni el PNV ni CiU entrarían en las negociaciones posteriores. Esto puede significar un cambio de paradigma importante», agregó.

«EL PACTO MÁS PROBABLE SERÍA ENTRE ENTRE EL PP Y C’S»

Algunas fórmulas son imaginables, por la existencia de puntos de contacto entre las distintas fuerzas. Pero otras no, sobre todo después de una campaña que fue muy virulenta entre los principales candidatos.

«La única combinación altamente improbable es PP y Podemos, porque están en las antípodas, pero puede haber triangulaciones entre el resto de los partidos. Quizás el pacto más probable, si las mayorías son suficientes, sería entre entre el PP y C’s, aunque no en primera ronda, lo que significaría un compromiso muy explícito. Es verdad que Albert Rivera (líder de C’s) está siendo muy contundente en que no apoyará la presidencia de Rajoy ni de Pedro Sánchez (candidato del PSOE), pero al final es un argumento más propio de la campaña», explicó Davesa.

Pablo Iglesias, el candidato de Podemos

«Si el PSOE ganara —continuó— también podría darse un pacto con C’s, porque es muy adaptable, dada la falta de una ideología clara que defina sus fronteras. Eso lo vuelve un partido comodín, que pone énfasis en ámbitos muy específicos, como la corrupción y la eficiencia en el modelo de Estado. También, aunque más difícil, podría darse una alianza anti PP, entre PSOE, C’s y Podemos. La última posibilidad, que es poco probable después de cómo fue el último debate, sería entre el PP y el PSOE. La química entre ellos es inexistente, pero hay precedentes similares en Europa en momentos de crisis».

Lo que puede afectar al PP de Rajoy es que, si bien está claro que es la primera minoría, también lo está que tiene muchos detractores. Ése puede ser un serio obstáculo a la hora de negociar con otras fuerzas.

«EL PROBLEMA DEL PP ES QUE ES EL PARTIDO QUE MÁS RECHAZO PROVOCA»

«El problema del PP es que es el partido que más rechazo provoca, por lo que le será difícil pactar. Una posibilidad que podría darse es que finalmente C’s lo apoye, pero con la condición de que no fuera Rajoy el presidente de gobierno, sino Soraya Saénz, la actual vicepresidente», dijo Alcántara Sáez.

En cualquier caso, no sólo importa entre quiénes se realiza el pacto. Tanto o más relevante es el tipo de pacto. No es lo mismo un acercamiento que se limite a la elección del presidente, que una coalición de gobierno, que se sostenga durante todo el mandato.

«Imaginemos —dijo Rodríguez-Aguilera— que el PP sólo logra acordar con C’s el apoyo para la investidura, pero para aprobar cada ley necesite volver a negociar con todos los partidos. Sería un escenario incómodo, de una extremada debilidad política. Un pacto de legislatura, que busque un acompañamiento parlamentario durante los cuatro años, daría mayor estabilidad y fuerza. Aún así, no es nada evidente que el PP y a C’s alcancen solos la mayoría, es posible que incluso necesiten de un tercer partido».

«Todo tiene pros y contras. Si un partido entra a un gobierno de coalición tiene más fuerza, pero se quema con sus socios. Si se queda por fuera toca menos poder, pero se vuelve más autónomo. De momento, la mayoría de los partidos prefiere este segundo escenario», concluyó.

F. Infobae.




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