La nueva y no tan discreta era de John Galliano

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El primer desfile de John Galliano como director creativo de Maison Martin Margiela era esperado dentro de la industria del lujo como uno de los grandes acontecimientos de 2015: el regreso del hijo pródigo. Ayer, en Londres, el diseñador respondió con su colección de alta costura a algunas de las preguntas que había desencadenado su nombramiento a principios del pasado octubre.

¿Qué hace un diseñador como Galliano en una firma como esta? Desde su fundación en 1998, Maison Martin Margiela ha sido una rara avis dentro del mundo de la moda. Ideada como una suerte de laboratorio, exploró los límites de la indumentaria y abanderó el acercamiento conceptual al vestuario durante el comiendo de siglo. Sin cabezas visibles, su equipo de diseño hablaba en plural y únicamente a través de sus prendas. Hasta tal punto era el anonimato parte esencial de su filosofía que la salida de su fundador, Martin Margiela (Limburg, 1957), se conoció meses después de concretarse, y a través de un escueto comunicado difundido por el grupo Only The Brave (OTB), propietario de la casa desde 2002.

En el otro extremo, se sitúa Galliano: teatral, excesivo, estridente. Tan cómodo con su papel de diseñador estrella como rehén de este personaje. El hombre que salía a saludar tras los desfiles disfrazado de torero, al frente de la casa fundada por el genio belga del que apenas existen imágenes. El nexo de unión entre estos profesionales aparentemente antagónicos solo puede encontrarse en su querencia por la transgresión y una personalidad creativa carismática. Sobre esta base, Galliano construyó ayer una colección más salvaje que reflexiva: un puente, más que un debate, entre su discurso y el de su predecesor. Americanas amputadas, shorts y vestidos dotados de ojos con largas pestañas y enormes cuentas decorativas componen su propuesta para Artisan, la línea de alta costura de la casa. El rojo, blanco y negro enhebraban su propuesta, alarde del trabajo de materiales, del tul al cuero. Para cerrar su (re)debut, Galliano hizo desfilar a las modelos con algunos de los toiles de las prendas que acababa de presentar. Es decir, con las versiones en lino de la ropa que los modistas utilizan para trabajar y a partir de las cuales se extraen los patrones definitivos.

Kate Moss, Anna Wintour o Manalo Blahnik acudieron para apoyarle
¿Ha cambiado realmente? Célebres son ya los atuendos que Galliano escogía para saludar tras sus desfiles en Dior: marinero, Napoleón, indio. Pero en un gesto que buscaba escenificar esta nueva y centrada etapa, el diseñador eligió un discreta bata blanca, como la que Yves Saint Laurent, Óscar de la Renta o el español Elio Berhanyer solían utilizar. De diva a modista. La larga melena recogida en una coleta y una corbata completaban su estilismo. Depurado y serio, como él mismo quier ser visto. Pedirle que no compareciera para agradecer los aplausos, al estilo de Margiela, hubiese sido demasiado forzado. Renzo Rosso, presidente de OTB, no solo ha contratado al sastre que lleva la bata, también a la estrella que atrae a los medios.

¿Quiénes le apoyan?Desde las modelos Kate Moss y Naomi Campbell hasta los diseñadores Albert Elbaz. Manolo Blahnik y Nicola Formichetti, pasando por su valedora, la directora del Vogue USA, Anna Wintour, o blogueros como Bryan Boy. Lo más influyente de la industria de la moda era testigo del comienzo de la nueva era de Galliano y Margiela. Ni estaban ni se esperaban a aquellos que mantienen relaciones contractuales con el grupo Louis Vuitton Moët Hennessy, al que el diseñador demandó tras su despido de Dior. En 2011 el gibraltareño rompía 15 años de relación con la casa francesa en uno de los episodios más polémicos y mediáticos de la historia de la moda contemporánea. Condenado por proferir insultos antisemitas (en estado de embriaguez), fue despedido y desterrado. Aunque, tras un proceso de desintoxiación, no le faltaron apoyos en su camino a la redención: En 2013 colaboró brevemente con el taller del malogrado Óscar de la Renta. Después fue nombrado consultor de la firma rusa de cosméticos L’Etoile y hace un mes recibió el premio a la excelencia en los British Fashion Awards de la mano de Anna Wintour como una suerte de absolución si no total, al menos parcial, por parte del sector.




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