Según la web del Real Madrid, que lo fichó en 2013, P. “es un portento físico que desborda por la banda gracias a su velocidad y su visión de juego, y que en el uno contra uno siempre gana”. P. tiene doce años y juega en los infantiles. En los torneos de niños televisados se le ha visto celebrar golazos impropios de su edad y atendiendo a la prensa con el discurso aprendido, al acabar sus partidos. En la residencia de Valdebebas, donde convive con 70 y tantas promesas del fútbol y baloncesto, P. presumía el pasado mayo, ante el pasmo de sus compañeros, de “tener la vida resuelta”. “De que solo con hacer así [un chasquido con los dedos] caerán los billetes”.
P. no necesita preparar su bolsa para ir a entrenar. Se la deja lista un utillero. Su equipo y todos los de las categorías inferiores del Madrid, cuenta con vestuario propio en la Ciudad Deportiva, donde los distintos campos se distribuyen en escalera como metáfora del esfuerzo y el sacrificio. Arriba de todo está la meta, donde entrena el primer equipo.
Casi ninguno llega. Ni al Real Madrid, ni a la élite del fútbol. Eso lo explican con estadístiticas en la mano los psicólogos y educadores del Real Madrid a sus canteranos: en España hay 700.000 fichas de futbolistas y solo unos 400 alcanzan la Primera o Segunda División. Uno de cada 5.000. Pero esas charlas formativas pueden sonar a ciencia ficción a adolescentes patrocinados por multinacionales de ropa deportiva con página oficial de Facebook convertidos en héroes de sus colegios.