Isabel Preysler no es una aventura más de Mario Vargas Llosa

La relación entre Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa (79) sigue siendo el tsunami mediático del momento. El premio Nobel de Literatura prefiere calificarlo con humor de «alboroto». Tenía razón. Alboroto en Atocha, donde Isabel tomaba un tren a Barcelona para un tema de su línea de cosmética. Tumulto de paparazzi este jueves en el Paseo de la Castellana, donde acudía a la consulta del doctor Juan Peñas, a quien confía sus cuidados estéticos. La persecución continuaba ante la casa de Isabel en Puerta de Hierro, de donde la pareja saldría este viernes para viajar a Lisboa.

Pero Isabel Preysler (64) no ha abierto la boca. Ni lo hará. Es otra de las apuestas (erróneas) que manejan estos días los preyslertólogos. No habrá exclusiva millonaria con su revista amiga, como confirman fuentes del semanario, valorada por algunos medios en 600.000 euros. Isabel no hará declaraciones de su romance, aunque haya cheque en blanco encima de la mesa. Este idilio va en serio, pero a diferencia de otras historias sentimentales vividas por Preysler, ha levantado críticas y adhesiones por igual. España es una país donde gustan más los funerales que los romances felices. Las gafas negras en los tanatorios que las escenas de amor. Se critica al famoso feliz, pero hay delincuentes que tienen asegurada de por vida una plaza en los platós.




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