El ministro de Asuntos Exteriores español promete 219 millones para reconstrucción de Haití

Haití

Los seguidores de algunos candidatos haitianos recurren a métodos tan expeditivos como el atraco o el secuestro para recaudar fondos para sus campañas. Por eso, el ciclo electoral que se abrirá en agosto, con las elecciones municipales, y se cerrará a finales de año, con la elección de un nuevo presidente, se prevé especialmente convulso. España, que presidirá el Consejo de Seguridad de la ONU en octubre, cuando debe renovarse el mandato de la MINUSTAH (Misión de Naciones Unidas para Haití), no es partidaria en estas condiciones de una nueva reducción de sus efectivos (2.370 militares y 2.500 policías actualmente, seis de ellos españoles), a pesar de que no son especialmente populares entre la población haitiana: no solo les culpa de haberles traído el cólera (que suma ya 10.000 muertos y se ha convertido en crónico) sino también de alimentar un mercado de servicios sexuales a cambio de medicinas o comida del que no escapan ni las niñas.

En la recta final de su mandato como ministro de Asuntos Exteriores,José Manuel García Margallo ha querido visitar el país más pobre del continente, donde se ha volcado la cooperación española, antes de saltar a Brasil, primer destino de la inversión hispana y primera potencia económica de la región, por más que su motor parezca ahora gripado.

El ministro ha firmado en Haití el documento en el que se plasma el MAP (Marco de Asociación País) 2015-18, que prevé 219 millones de euros en cooperación, aunque la mayor parte de este dinero corresponde a fondos ya presupuestados y aún no ejecutados. Desde 2006, España ha comprometido 346 millones, de los que se ha desembolsado 255. La falta de estructuras locales capaces de asimilar la ayuda exterior, así como la corrupción, convierte la reconstrucción en una tarea desesperantemente lenta. “Si ellos no toman las riendas no sirve de nada”, advierte Olga Regueira, responsable de Educación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Haití.

Algunas de las cicatrices del terremoto de enero de 2010, que dejó 300.000 muertos y 1,2 millones de desplazados, aun son visibles. Barracones prefabricados se levantan junto al palacio presidencial y los escombros de la catedral siguen por el suelo. En los campos de refugiados quedan unas 80.000 personas pero, ante la pasividad de los organismos públicos, los haitianos han vuelto a construir sus casas en las escarpadas laderas de Puerto Príncipe donde el próximo seísmo, o un ciclón más fuerte de lo habitual, las arrastrará de nuevo al barranco.

Si el terremoto fue una oportunidad de volver a levantar el país desde cimientos más sólidos, no parece haberse aprovechado. La mayoría de los problemas de Haití son anteriores, y ajenos, a la catástrofe natural. Como la falta de saneamiento y agua potable. “La mitad de los haitianos que tienen acceso al agua es gracias a España”, ha proclamado Margallo ufano.

El fondo del agua es la joya de la corona de la cooperación española y Haití el país más beneficiado. El proyecto, que concluye en 2017, cuenta con un presupuesto de 170 millones dólares y suministrará agua potable a más de medio millón de personas. Eso no significa que en Haití, país prioritario entre los prioritarios, no se hayan notado los recortes: la Oficina Técnica de Cooperación (OTC) ha pasado de disponer de ocho millones de euros anuales para proyectos a solo 1,2.

Por eso, España, que era el tercer donante internacional de Haití, tras EE UU y Canadá, se sitúa ahora la cola. Y eso sin contar a Venezuela que, a través de Petrocaribe, suministra carburante barato y a crédito. Aunque no es socio sino solo observador del ALBA, el frente de países bolivarianos, la caída del régimen chavista puede tener para Haití efectos tan devastadores como tuvo en su día para Cuba la de la URSS.

El presidente haitiano, Michel Joseph Martelly, ha pedido ayuda a Margallo para organizar el proceso electoral y este ha prometido buscar los fondos que faltan para sufragarlo. Las elecciones, a las que no puede presentarse el propio Martelly porque la Constitución haitiana lo prohíbe, abren un horizonte de incertidumbre, con más de 50 candidatos y ningún claro favorito. Pero, agregan fuentes diplomáticas, siempre será mejor que la situación actual: con un presidente gobernando por decreto porque el Congreso tuvo que disolverse sin haber llegado a un acuerdo para renovarse. Para reconstruirse, Haití necesita estabilidad. Empezando por sus instituciones.

F. El País.




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