Cómo aprender 30 idiomas

BBC Future

 

En un soleado balcón de Berlín, Tim Keeley y Daniel Krasa se disparan palabras como balas. Primero en alemán, pero siguen en hindi, nepalí, polaco, croata, mandarín y tailandés.

Apenas están hablando un idioma y la conversación salta de forma inadvertida a otro. Entre ambos pasan por al menos 20.

Dentro del lugar me encuentro con pequeños grupos intercambiando trabalenguas. Otros se reúnen por tríos, preparandose para un juego en el que traducen dos idiomas a la vez: parece la receta perfecta para un dolor de cabeza, pero les da igual.

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«Es una situación común para nosotros», dice Alisa, una de los 350 participantes en la convención de políglotas de Berlín.

Una sorprendente cantidad de los que ahí se reúnen son «hiperpolíglotas»: pueden hablar diez idiomas.

Uno de ellos es Richard Simcott, jefe de un equipo de políglotas en una empresa llamada eModeration. Simcott se desenvuelve en unos 30 idiomas.

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Dominar un idioma exige la participación de todos los sistemas de memoria.

Viendo el reto que supone para el cerebro, se entiende que muchos consideremos aprender un idioma algo muy exigente.

Los seres humanos tenemos diferentes sistemas de memoria y dominar un idioma requiere la participación de todos.

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Está la memoria procedimental, que afina los músculos para mejorar el acento, la memora declarativa, que es la que permite recordar hechos (al menos 10.000 palabras para considerar que domina el idioma, sin mencionar la gramática).

Lo que es más, a no ser que se quiera sonar como un robot, las palabras tienen que salir sin detenerse a pensarlas: por eso deben estar programadas tanto en la memoria explícita como en la implícita.

Contra la demencia

Ese duro ejercicio mental viene con recompensa: es seguramente la mejor manera de ejercitar tu cerebro.

Numerosos estudios muestran que ser multilingüe mejora la capacidad de concentración y la memoria, y puede servir para retrasar la aparición de demencia en al menos cinco años.

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Eso según los estudios sobre inmigrantes de Ellen Bialystok, de la Universidad de York (Canadá).

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Aprender idiomas puede contribuir a retrasar la demencia.

Los que hablaban tres idiomas eran diagnosticados con demencia una media de 6,4 años más tarde que los que no. En el caso de los que dominaban cuatro o más lenguas, nueve años.

Los beneficios a largo plazo contrastan además con los juegos para «entrenar el cerebro», que a largo plazo no consiguen mejorar la atención o la memoria.

Aprender de mayor

Hasta hace poco, sin embargo, muchos neurocientíficos se alineaban con la «hipótesis del periodo crítico», según la cual de mayor es prácticamente imposible llegar a dominar un idioma como un nativo.

Pero la investigación de Bialystok sugiere que puede ser una exageración eso de que hay una pequeña ventana de oportunidad en la niñez.

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La investigadora canadiense sugiere que más que un punto de quiebre hay un declive gradual.

De hecho, muchos de los hiperglotas reunidos en Berlín llegaron a dominar los idiomas en edad avanzada.

Keeley creció en Florida y en la escuela estuvo en contacto con hispanohablantes.

De niño, solía escuchar emisoras de radio extranjeras, pese a no entender una palabra. «Era como música», dice.

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Otra ventaja de hablar idiomas es hacer amigos.

Pero fue de mayor que empezó a viajar. Primero a una universidad en Colombia, donde también estudio francés, alemán y portugués.

Luego se mudó a suiza y al este de Europa antes de poner rumbo a Japón.

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Ahora habla con fluencia 20 idiomas y casi todos los aprendió de adulto. «La hipótesis del periodo crítico es una montón de basura», afirma.

La cuestión es cómo hacen los hipérglotas para dominar tantas lenguas nuevas y, sobre todo, cómo los podemos emular.

Muchos, como Keeley han vivido en numerosos países, adquiriendo los idiomas en el camino, por inmersión.

Para Keeley, no es cuestión de inteligencia: «No es un factor importante, aunque pueda resultar más rápido si se tienen habilidades analíticas».

Camaleones culturales

Su teoría es que aprender un nuevo idioma lleva a la reinvención. «Te conviertes en un camaleón», afirma.

Diferentes idiomas puede también evocar épocas de la propia vida, como descubrió el escritor Vladimir Nabokov escribiendo su autobiografía.

Rusoparlante, la publicó primero en su segunda lengua, el inglés, con enorme dificultad. «Mi memoria estaba afinada en un tono, la musicalidad reticente del ruso, pero fue forzada en otro, el inglés», dijo.

Después decidió traducirla al idioma de su niñez, y en ruso las palabras fluyeron y se dio cuenta de que los recuerdos también.

«Su versión rusa era tan diferente que hubo que traducirla al inglés», señala Aneta Pavlenko, de la Universidad Temple de Filadelfia (EE.UU.).

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El políglota es como un camaleón cuando aprende un idioma.

Pavlenko explora en su libro «La mente bilingüe» muchos de estos efectos. Era como si el yo inglés y el ruso de Naobokov recordaran vidas sutilmente distintas.

Resistirse a este proceso de reinvención puede impedir que se aprenda otro idioma bien, opina Keeley, profesor de gestión multicultural en Japón.

Recientemente hizo una encuesta sobre chinos aprendiendo japonés para examinar la «permeabilida» de sus personalidades.

Los encuestados tuvieron que responder a frases como: «Me resulta fácil ponerme en los zapatos del otro e imaginar cómo se siente» o «puedo imitar a la gente» o si cambiaban de opinión de acuerdo con quienes los rodean.

Como sospechaba, los que más alta puntuación recibieron en estas afirmaciones, dominaban mucho mejor el nuevo idioma.

Algo más que tiempo

La identidad adoptada puede evitar que se crucen las palabras de la lengua materna al construir barreras neuronales entre los diferentes idiomas.

«Debe haber un tipo de hogar en tu mente para cada idioma y cultura y las experiencias relacionadas para que no se mezclen», dice Keeley.

«No es sólo pasar tiempo aprendiéndolo y usándolo. La calidad de ese tiempo en términos emocionales es crítica».

De todos los políglotas, Michael Levi Harris puede ser el mejor ejemplo de esos principios.

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¿Pueden los actores aprender idiomas más fácilmente?

Formado como actor, Harris domina de forma avanzada diez idiomas y entiende otros doce.

Al entrevistarlo, podía hablar sin esfuerzo inglés con acento de inglés de clase alta, a pesar de ser neoyorquino.

Y al hacerlo, cambia su postura, es como si adoptara una personalidad diferente.

«No lo hago de forma consciente, simplemente pasa, pero sé que de repente soy alguien diferente».

Harris cree que cualquiera puede aprender a adoptar una nueva piel cultural de esta manera, y tiene varios trucos sobre cómo empezar basados en su experiencia como actor.

Lo importante, dice, es imitar sin reparar en cómo se escriben las palabras. Al principio exagerando.

«Al actuar, al principio exageras mucho hasta que el director dice: ‘Ok, ahora baja el tono’».

Además sugiere fijarse en cosas como gestos faciales, pues pueden ser importantes para reproducir el sonido.

Por ejemplo, forzar un poco los labios hace sonar inmediatamente algo más francés.

Finalmente, insiste en dejar de lado la vergüenza asociada a producir sonidos extraños, como sonidos guturales en árabe.

«Se trata de apropiarse del idioma, que es lo que tienen que hacer los actores delante de la audiencia, creer que las palabras son tuyas. Así se puede hablar con más confianza».

Barrera imposible

Con todo, la mayoría está de acuerdo en que no hay que ser demasiado ambicioso, sobre todo al principio.

«Si hay un factor que impide a la gente aprender idiomas de forma eficiente es sentir que tienes que ser como un nativo. Eso es una meta inalcanzable que se pone en el camino de muchos», dice Pavlenko.

«La facilidad para expresarse es lo que cuenta, encontrar la mejor forma de transmitir de manera coloquial».

Otra cosa es que hay que practicar un poco de forma habitual. Tal vez, 15 minutos unas cuatro veces al día.

«Las analogías con hacer ejercicio son muy buenas», dice Alex Rawlings, uno de los impulsores de los talleres de políglotas.

Incluso si estás ocupado o cansado como para estudiar en serio, practicar un diálogo u oír una canción puede ayudar, opina Simcott.

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Los políglotas demuestran que se puede dominar como un nativo un idioma que se aprendió de mayor.

Todos los hipérglotas son entusiastas genuinos sobre los increíbles beneficios de la inmersión: incluido hacer amigos.

Harris, por ejemplo, describe su experiencia viviendo en Dubái. «Como judío, en Oriente Medio te enfrentas a desafíos. Pero resulta que uno de mis mejores amigos es de Líbano», dice.

Como dice Judith Meyer, organizadora de los encuentros de Berlín, había ucranianos y rusos, israelíes y palestinos, todos hablando tranquilamente.

«Aprender otro idioma de verdad te abre un mundo nuevo».



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